3 de julio de 2013

Compositores ilustres (V): Códices, manuscritos y cancioneros españoles

Retrato de un caballero anónimo (El Greco, 1586)

En esta nueva entrada de compositores ilustres, os presentamos a uno de los artistas más prolijos en la historia de la música (y de la pintura, la escultura…), conocido con el nombre de Anónimo. Bromas aparte, hoy queremos hablaros de todas aquellas obras que fueron recopiladas en cancioneros antiguos bajo una temática más o menos común y cuya autoría es desconocida en la mayoría de los casos. En otras muchas ocasiones, se atribuyen piezas concretas a músicos contemporáneos con estos cancioneros en base a la técnica compositiva y al estilo de dichos autores.

Existen numerosos cancioneros en toda Europa que abarcan el periodo de la Edad Media y el Renacimiento. Especialmente en España, hay una gran riqueza musical en lo referente a este tipo de manuscritos y que resultan esenciales para comprender la evolución de la música de la península.

Comenzando cronológicamente, el Códice de Silos (S. IX) y el Códice de León (S. XI, aunque copiado de otro del S. VII) son dos de los más antiguos que hoy se conservan en sus lugares respectivos de origen. Ambos recogen las antífonas o canciones religiosas de la Iglesia Católica propias del rito hispano-mozárabe entonces existente en la península. Este rito heredado del tiempo de los reinos visigodos, era utilizado tanto en las comunidades cristianas dentro de territorio musulmán (como por ejemplo Al-Ándalus) así como en las que no habían sido islamizadas. 

Códice del Archivo Catedralicio. Catedral de León.
Antifonario Mozárabe
Sin embargo, a lo largo del siglo XI, se dio en España un choque cultural entre este tipo de rito y el rito romano el cual contenía el uso del canto gregoriano en la liturgia. Con el paso del tiempo, el rito mozárabe fue perdiendo peso paulatinamente en favor del romano hasta su completa desaparición en el S. XIII. 

Pues bien, estos dos códices contienen la música relativa a esta liturgia ya extinta, siendo los únicos ejemplares existentes en la actualidad, lo que les confiere un valor cultural e histórico incalculable.

Continuando la andadura en el paso del tiempo, se nos presentan Las Cantigas de Santa María (S. XIII), al que no haremos referencia pues ya se escribió una entrada ex profeso (léase “Compositores Ilustres IV: Alfonso X, el sabio”). Otra obra que guarda ciertas similitudes con éste son Las Cantigas de Amigo (S. XII), composiciones breves de temas amorosos y escritas igualmente en galaico portugués. 

Ya en el siglo XII tenemos al recientemente famoso Codex Calixtinus, que fue robado hace escasamente un año de la catedral de Santiago. Toma su nombre del Papa Calixto II quien comenzó a escribir algunos de los milagros realizados por el apóstol Santiago. Además, contiene distintos libros referidos a la liturgia, oraciones, sermones y homilías. En el apartado musical que nos ocupa, el códice recoge veintidós obras polifónicas de composición similar a las realizadas en esa misma época en la catedral de Notre Dame. La mayoría de ellas fueron escritas por obispos franceses.

Durante el siglo XIII se encuentran el Codex de Madrid o el Manuscrito de Toledo, los cuales siguen el estilo compositivo de la Escuela de Notre Dame del mismo modo que los manuscritos encontrados en el Codex Calixtinus. 

Página del Códice de Las Huelgas
El siguiente manuscrito de gran importancia que encontramos en España es el Códice de las Huelgas, que data del siglo XIV y que se encuentra conservado en el Monasterio de Las Huelgas, provincia de Burgos. El libro es una recopilación de todos los cantos interpretados en dicho monasterio en el momento de su creación. Curiosamente, no fue hasta 1904 cuando se conoció la existencia de este códice. Dos hermanos benedictinos del cercano Monasterio de Silos, buscaban antiguos manuscritos de música gregoriana cuando se toparon con esta joya musical. Su hallazgo posibilitó documentar el espacio musical hasta entonces prácticamente vacío correspondiente a este periodo histórico en nuestro país.

Del Monasterio de las Huelgas en Burgos pasamos al de Monserrat en Barcelona. Aquí, el Llibre Vermell, o Libro Rojo, constituye otro códice de gran importancia musical. El objetivo inicial de la composición de estas canciones y danzas que en él se recogen fue el de entretener a los peregrinos que llegaban al monasterio y que pasaban allí la noche. Los cantos están escritos en latín, catalán y occitano y se le conoce como Libro Rojo porque las tapas de encuadernación que se le colocaron en el siglo XIX son de este color.

Página del Cancionero de
Palacio (siglo XV-XVI)
Ya inmersos en el período renacentista, caben mencionar los cancioneros, quizá, más célebres. En primer lugar, el Cancionero de Palacio (último tercio del siglo XV, primero del XVI) el cual recopila 458 piezas de música polifónica que era interpretada en la corte de los Reyes Católicos, centro neurálgico de músicos y composiciones. La mayoría están escritos en castellano y la temática es amorosa, religiosa, festiva… Son obras para una voz con instrumento, dos voces, tres, y hasta cuatro. El autor con más obras compuestas es Juan de la Encina, si bien, muchas otras son anónimas.

En segundo lugar, el Cancionero de Upsala (S. XVI) recoge unas setenta canciones con una temática similar al del Cancionero de Palacio. Los compositores que más presencia tienen son Mateo Flecha el viejo, Cristóbal de Morales, etcétera. Fue recopilado en la corte de Valencia y publicado en 1556 en Venecia. Resulta cuanto menos asombroso pensar cómo pudo llegar hasta la ciudad italiana con los medios de los que se disponían en la época y lo laborioso que suponía realizar copias. Sin embargo, lo más sorprendente es que, después de varios siglos, concretamente en 1907, se encontró el único ejemplar publicado en aquella época y existente en la actualidad en la ciudad de Upsala (Suecia).

Por último, debemos nombrar otros cancioneros renacentistas no menos importantes como son el Cancionero de Medinacelli (S. XVI), recopilado en Sevilla y con autores de la talla de Cristobal de Morales o su discípulo Francisco Guerrero; o el Cancionero Colombino (S. XVI), llamado así por haber sido propiedad de Fernando Colón, hijo del descubridor americano, quien lo añadió a su extensa biblioteca de más de 15.000 volúmenes que poseía en Sevilla. Tras su muerte, el cancionero pasó a la catedral de Sevilla donde hoy se conserva.

A partir del siglo XVI, los cancioneros y manuscritos recopilatorios de obras religiosas y / o profanas dejaron de tener sentido debido a que la creación de la imprenta pocos años atrás, posibilitaría la copia masiva de todo ese acervo musical. En cualquier caso, todos estos cancioneros y códices nos ayudan hoy en día a conocer cómo era y cómo se interpretaba la música de este periodo musical tan importante en la historia de la música.


Esperamos que os haya gustado esta nueva entrada de compositores ilustres. En menos de un mes se publicará una nueva entrada ya situándonos en nuestro periodo preferido, el renacimiento.

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